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Programa Scout Mundial para el Medio Ambiente, una aproximación teórico-crítica a su discurso

Page history last edited by Yonathan Gad 7 years ago

Sumario

El presente ensayo pretende, en su primera parte, explorar la relación ecocatástrofe-deconstrucción mediante las particulares teorías de Timothy Morton y Timothy Clark.

La perspectiva de Morton expone la pertinencia de la deconstrucción en su tarea de desarticular distinciones dualistas del tipo texto-medioambiente u organismo-medioambiente; así también del lenguaje esencialista que contamina y sabotea el discurso medioambiental —cerrando la brecha entre lo natural y lo artificial y derivando las consecuencias ético-políticas habitualmente ignoradas por quienes articulan discursos esencialistas y hostiles a la teoría.

Por su parte Clark demuestra como las catástrofes medioambientales pueden ser leídas como deconstrucciones en sí mismas, productos del liberalismo y la modernidad; al mismo tiempo señala la pérdida de legitimidad de estas prácticas y formas de pensamiento, negadoras de la vida, en primer término, que nos vienen dadas a manera de herencia; por tanto la deconstrucción, como malestar en esa herencia, revela su función política.

Estas propuestas teóricas funcionarán como el marco sobre el que, en la segunda parte de este ensayo, pondré a dialogar, desde sus enunciados clave, la política medioambiental de la Organización Mundial del Movimiento Scout (OMMS); la organización desde sus inicios se ha proclamado como no-violenta y respetuosa de la vida natural; para finales del siglo pasado, abrazó y revisó esta vocación derivando en una política de proteccionismo al medioambiente, la cual, a partir de 2008 ha dado un importante giro refinando su discurso ambiental y buscado alinearse con los Objetivos Mundiales de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas, objetivos bien delimitados e intencionados pero que, después de 15 años de su puesta en marcha, han mostrado ser de muy limitados resultados.

Al final de este trabajo intentaré exponer, a manera de conclusión, lo que pienso podría ser el futuro de la OMMS tratando de destacar puntos correctos y corregibles de su política medioambiental vigente, la cual, por cierto, será revisada en agosto de este año, en el marco de la 41era. Conferencia Scout Mundial.

 

I

La ecología como texto.

En “Ecology as text, text as ecology” Timothy Morton plantea que las formas vivientes, como los textos, carecen de una identidad independiente y perdurable. Afirma, que la modernidad ha dañado tanto al pensamiento como al medioambiente y que, para juzgar la medida de este daño, habría que tomar en cuenta las herramientas que ésta ha roto, por ejemplo, el concepto de ‘Naturaleza’, dañado y dañino, casi inútil para desarrollar una cultura ecológica.[1] Opina que sería de mayor utilidad usar los conceptos de la deconstrucción, conceptos que despiadadamente desnaturalicen y desesencialicen.[2]

Si entonces es beneficioso abandonar el concepto de naturaleza para construir una cultura ecológica, el movimiento scout se encuentra en un predicamento toda vez que tendría que pensar y profundizar el concepto de naturaleza, central para sus principios y discurso.  

Ecología y deconstrucción están íntimamente relacionadas más o menos desde la década de 1960, bajo la gran influencia de las teorías de la cibernética junto con su arsenal conceptual. El signo lingüístico, como lo definió Saussure, ya tiene un valor ambiental referido en su entorno, pero para Morton su relación con éste no se plantea dicotómicamente en términos de coexistencia o de texto-contexto sino que más bien los textos desmantelan la distinción dentro-fuera, son siempre otros textos: la escritura es el proceso diferencial por el cual los textos existen como tales, extraños a sí mismos.[3] De tal manera el límite de los textos colinda con lo ilimitado, como un fractal o como la piel llena de parásitos; el texto, dicho no sólo como metáfora, es una forma viviente que incluye todo lo que toca. No puede haber una distinción exacta o rigurosa de sus límites pues el texto es precisamente lo que teje y desteje las relaciones con otros textos, entendidos estos como su medioambiente, e incluso con el medioambiente físico.

La fórmula derridiana “no hay nada fuera del texto”, dice, es una forma expandida de empirismo […] estudio de relaciones entre cosas, y de las cosas como conjuntos de relaciones. En este sentido los fractales muestran elegantemente cómo la naturaleza no es natural, ni está fuera del artificio que todo lo que vemos no son sólo aparentes objetos sólidos separados por aparente espacio sino que hay relaciones algorítmicas que regulan, como en el Conjunto de Cantor, un infinito de puntos y un infinito de espacios. Lo que solemos mirar como natural no está diseñado pero sí ordenado por la repetición de un algoritmo que codifica y automatiza la materia de la forma más simple posible. Los fractales, lejos de un viaje New Age holista, abren una dimensión traumática de lo que ya no podemos llamar Naturaleza, una dimensión ya no holística, sino abierta y extraña.[4] La apariencia ‘natural’ de un bosque responde a algoritmos que podemos observar lo mismo en sus contornos que en las ramas del árbol o en las nervaduras de sus hojas. Una flor es el mapa en el que se despliega una función algorítmica iterativa, su pedículo describe su morfogénesis y la rugosidad de su orilla en los pétalos muestra el pasado inmediato de la función. Somos prejuiciosos al separar la vida vegetal de la animal pues toda materia orgánica, no se diga la mineral, es la expresión temporal de un algoritmo que se repite, muta y cesa. No podemos considerar más la ‘Naturaleza’ como originada por una chispa de vida; la materia se organiza como resultado de conjuntos de relaciones formales.

Cuando nos acercamos a las formas vivientes, descubrimos textualidad. Esta recursividad es mucho más perturbadora que un modelo Ying-Yang que presupone una cierta armonía metafísica entre los opuestos. No hay armonía metafísica entre el texto y la ecología […] el texto y el ambiente incluyen todos los fenómenos en sus respectivos campos.[5] 

Es preciso entonces abandonar la creencia de un ‘Gran Otro’ (llámesele Naturaleza, tiempo, ambiente y otros por el estilo) frente al cual la actividad humana pueda diferenciarse; la deconstrucción que indaga sobre las líneas en que se construyen tales ideas metafísicas nos puede ayudar a dar sentido a un mundo más allá del logo-centrismo.

Para Darwin las especies no son nada como tal, son aparentes, no pueden distinguirse rigurosamente de sus variantes o de sus monstruosidades. Los efectos del calentamiento global y el hacinamiento antropogénico de los mamíferos ha llevado a muchas de estas formas vivientes a su hibridación, y cuando hablamos de hibridación hacemos una distinción fundada en la idea de raza la cuál es igualmente ingenua pero esta ingenuidad ha resultado ser un arma ideológica fatal: la categoría ‘raza’ es por sí misma racista. No existe la raza, el género o la especie. Las posibilidades de reproducción flotan sobre todas las mutaciones y conductas posibles de las formas vivientes. Otra ideología medioambientalista común es aquella del adaptacionismo que afirma que las especies se adaptan de forma orgánica y convenientemente al medioambiente pero éste es dinámico y las formas de vida están en constante adaptación a otras formas de vida. La ‘supervivencia del más apto’ adquiere su cariz más reaccionario cuando ‘apto’ deriva en ‘fuerte’ y cuando ‘adaptación’ se interpreta como para este fin o el otro, es decir, teleológicamente, y no como la simple función de repetición del código, es decir, reproducirse antes de morir.

Compartimos un porcentaje de ADN con cada forma animal o vegetal conocida pero no existe una esencia, un sabor, dentro del código. El código es simplemente un palimpsesto nada diferente del textual, se forma por operaciones: adiciones, supresiones, inserciones. Más aún, el ADN necesita de ribosomas, silicatos de cristal. Lo orgánico depende de un replicante no-orgánico, lo viviente tiene como límite lo no viviente y su reproducción se mueve en este círculo. La distinción viviente-mecánico, obsesiva para la ciencia-ficción, es insostenible para para el darwinismo; la vida es un conjunto de procesos mecánicos y algorítmicos, de igual manera la conciencia.

La ecología trata de las interacciones entre las formas de vida. La teoría de la simbiosis da cuenta de estas interrelaciones entre diferentes formas vivientes en muchos niveles. Los simbiontes no están sólo ‘afuera’, en el ‘medioambiente’, están en la piel, están dentro de nosotros, somos su medioambiente y más allá, no somos seres independientes, estamos constituidos por otros, tal como los textos son constituidos por otros textos. Como la textualidad desdibuja la frontera texto-contexto llevándola a la aporía, si no al olvido, la versión genómica de la interrelación ecológica nos obliga a abandonar la dualidad organismo-medio ambiente. Fenotipos y fenotextos, no hay formas vivientes o textuales puras. La ideología medioambiental ve organismos diferenciados como anidando convenientemente en ambientes nicho diferenciados pero el fenotipo desestetiza todo esto. Desde el punto de vista del fenotipo estamos obligados a repensar el ambientalismo como proteccionista de ‘hábitats’ porque éstos ya no pueden mirarse meramente como ‘externos’ u opuestos al organismo: sólo hay genoma y biosfera.[6] De igual manera el texto no está encerrado en la hoja, ni el poema es sólo una forma escultórica. Las formas de vida están hechas de sus ambientes, incluso de la luz irradiada por el sol. La biósfera no está ‘dentro’ de la atmósfera, está más allá y más acá también.

El funcionamiento mecánico de la vida está lleno de errores, de reinscripciones. La consecuencia radical de la genómica es que la materialidad y la información no están separadas […] contacto y mensaje son una misma cosa.[7] El darwinismo humilla más que cualquier otro pensamiento ontológico y teleológico de lo humano, nos compromete a la coexistencia íntima con otros, con lo extraño, mostrando lo absolutamente frágil y contingente que es la biosfera.

Morton advierte que la idea de un mundo de la vida (Lifeworld) es la que nos limita y justifica para la inacción ecológica; pone por ejemplo cómo las acciones locales por no sobrepasar los niveles ‘amigables al hombre’ de CO2 nos hacen ver como incapaces de mantener en mente más de una idea y más de un lugar al mismo tiempo. En contraste nos muestra que una visión que comienza con el hecho de la coexistencia íntima con extraños nos obliga a asumir nuestra responsabilidad por el calentamiento global, el Sexto Evento de Extinción Masiva en curso.[8]

 

Hacia una crítica medioambiental deconstructiva.

Por su parte, Timothy Clark expone que vivimos una época que podemos percibir como injusta por su falta de compromiso hacia las generaciones jóvenes y hacia las generaciones futuras. El modo de producción capitalista ‒y en su momento el socialista‒, junto con sus formas de pensamiento y prácticas derivadas, conlleva consecuencias cuya medida podemos reconocer ‒o bien somos ya incapaces de hacerlo‒ por el impacto permanente sobre el medio ambiente, por ejemplo la contaminación radioactiva, causante de desastres llamados insistente y desvergonzadamente ‘accidentes’— Mayak, Windscale, Three Mile Island, Chernóbil, Fukushima, etc. Vivimos en la era de las consecuencias no deseadas.[9]

La democracia deliberativa aparece hoy a nuestros ojos como ficticia, insostenible, cuando menos ilegítima frente a la falta de representatividad de los no-nacidos; así también sus discursos de sustentabilidad que olvidan ‒y más fundamentalmente niegan‒ esa vida futura con la que ya no tejen relaciones vinculantes efectivamente expresadas en las legislaciones. La política económica actual, entregada a la especulación de un mundo futuro construido sobre el discurso del desarrollo y la sustentabilidad, manifiesta su avidez de abrir negocios y cerrar contratos con tanta velocidad como la indiferencia de los ciudadanos ‒ante las crisis ambientales en que tales prácticas degeneran‒ lo permitan.

Si como Clark afirma, la crisis medioambiental es inherentemente deconstructiva, viciosamente, de los actuales modos de pensar en política, economía, teoría cultural y literaria [… y] la falta de compromiso con el ambientalismo en el pensamiento deconstructivo parece ser crecientemente más perjudicial, es urgente repensar los vínculos que deben mantener para responsabilizarse por esas herencias incómodas que nos deben llevar, incesantemente, a la pregunta de quiénes somos y a respondernos de acuerdo a las acciones y omisiones de cara a estos hechos porque si la desconstrucción es la práctica de la lectura como el malestar de un patrimonio, […] entonces uno no puede evadir las clases de futuro calculables desde esa herencia.[10] Desde este punto las controversias políticas no deberían ser discutidas desde nichos clasistas sino desde el compromiso al que nos obligan esos futuros previstos.

Toda la racionalidad sobre la que descansan las instituciones democráticas queda comprometida cuando lo político queda relegado a un papel instrumental, cuando se aferra a los objetivos del progreso tecno-económico y choca sobre los derechos civiles mutuamente reconocidos [… cuando] somete la sociedad a una presión permanente para renegociar instituciones sin fundamento (Ulrich Beck)[11], pero también en el momento en que nos aliena a ciertos hábitos de consumo que afectan drásticamente la distinción entre lo político y lo no-político. La racionalidad insistentemente recreará sus argumentos para seguir haciendo lo que hace, para mantener su dinámica de (re)producción material y simbólica, para sobrevivir reaccionariamente, hallando en el discurso de la sustentabilidad su aliado para legitimarse entre sus adeptos, la sociedad de consumo.

Otra fórmula abierta a la lectura por el pensamiento crítico de Clark es aquella de la “pérdida de externalidad” ideológica, de David Wood, que marcaba una línea entre el interior de un núcleo social y un espacio “libre” más allá de sus fronteras en el que los hechos y los deshechos quedan fuera del alcance de la vista y sin consecuencias. Muchas de estas externalidades han sido el mar, la atmósfera, la gente fuera de los ‘países desarrollados’ y, sobre todo, el futuro.[12] En un mundo globalizado todo nos alcanza. Si las máquinas de combustión no hubieran cerrado la brecha entre continentes, igualmente el polvo radioactivo lo hubiera conseguido. El pensamiento occidental y sus prácticas mercantiles han supuesto que la ‘naturaleza’ es un recurso infinito, “gratuito”, cuyo único costo ha sido el trabajo humano implicado en su extracción. De tal manera el pensamiento crítico tiene la obligación de considerar los remanentes físicos de la metafísica occidental que los ha provocado, esperando convenientemente que desaparecieran.  La crisis ambiental se afirma como una efectiva deconstrucción de tales modos de pensar, su colapso interno bajo el peso de su propia lógica.[13] Clark plantea que esa dimensión del pensamiento ecológico sobre las (con)secuencias imprevisibles de lo negado debe abrirse a un campo futuro más amplio de responsabilidades y contestación.

El individuo liberal es dibujado por Clark como destructivo del medio ambiente pues como tal busca egoístamente su beneficio y ventaja; fundada en este tipo de ‘subjetividad’, la tradición política liberal establece derechos que minimicen los conflictos derivados de la escasez de recursos y permitan la formación de ‘alianzas’ para la dominación de la ‘naturaleza’. Tales ‘alianzas’ tienen en Occidente un marco de derechos fundados en la propiedad privada, la posesión y la identidad; estos derechos son en sí mismo abstractos y consagrados a estos principios individualistas son por tanto atomistas, por tanto antropocéntricos y por tato, establecido este dualismo, jerárquicos y androcéntricos. En este ‘contrato social’ del ‘proceso competitivo’ los dados están cargados.

Para el trabajo de ambientalistas y de humanistas vinculado a los temas de justicia y exclusión social son centrales las nociones de derecho y derecho infringido; la retórica liberal se adhiere a muchos otros trabajos discursivos reconociblemente en expresiones como ‘liberar’, ‘aprisionar’, ‘dominar’, ‘marginalizar’, ‘lucha por la autonomía’, etc. Clark señala que estas mismas prácticas y expresiones constituyen un peligro mayor para el medioambiente. Los medioambientalistas con agendas reformistas, atrapados en estas formas discursivas, forzosamente  se ven empujados hacia posturas más radicales; la propiedad liberal y el sujeto portador de derechos ‒cuya condición de existencia fue la era colonial‒ no pueden seguir constituyendo la norma. Los estándares de vida y bienestar de los países industrializados ya constituyen un desastre también en los países que persiguen esa norma y en aquellos llamados el Tercer Mundo:

Un fracaso de recientes críticas a la justicia ambiental es que a veces torna a asuntos de inclusión/exclusión en relación con esta norma, en lugar de comprometerse con valores ‘post-materialistas’, la defensa de modos alternativos de vida.[14]

Prácticas como conducir automotores, volar a congresos, o consumir productos ‘orgánicos’ pueden ser más significantes que los discursos ambientalistas o de justicia social profesados por los ‘críticos del sistema’, incomodándolos y exhibiendo su moralismo verde.

Clark parafrasea a Derrida cuando dice: la distinción entre extraño y doméstico, interno y externo, es cada vez más incierta. La posibilidad de una catástrofe medioambiental […] añade una nueva gravedad a esta observación.[15] La política que pretende imponer sus formas de producción ‒que valen por formas de consumo‒ a otros países no tiene futuro, la ‘naturaleza’ es inclemente.

Tenemos el reto mayor de leer las manifestaciones culturales de la modernidad como herencias predeciblemente alarmantes sobre el futuro, esto requiere el cultivo de una literatura ecológica y científica así como de una literatura histórica, en el caso contrario, los activistas medioambientales quedan condenados ‘a sacar todo de perspectiva’, oscilando entre la general mojigatería sobre trivialidades y un apocalipticismo vacío. El ‘fin de la externalidad’ pone en crisis profunda el pensamiento, en lo que podemos traducir como el abrazo a lo no humano, e incluso a lo no nacido. [16]

La propuesta de Clark para esta revolución del pensamiento incluye, entre otros, los siguientes retos: concientizar que el ‘sentido común occidental’ está profundamente implicado en la crisis medioambiental global y requiere de cambios en nuestro lenguaje; adecuar la forma de pensar la escala de la crisis entre lo colectivo y lo individual; templar la actitud hacia el consumo con un mayor sentido de responsabilidad comunal.

 

II

El estudio de la Naturaleza.

 

El estudio de la Naturaleza es la actividad clave en el escultismo y guidismo. [17]

 

El estudio de la naturaleza no debe ser la mera enseñanza de clase formal de la escuela, sino la búsqueda interesada de cada chica individual en esa rama de ella que particularmente le atrae, a través de la manipulación práctica y relacionarse con ella.

 

La maravilla de todas las maravillas es cómo algunos maestros han descuidado el estudio de la Naturaleza, estos medios fáciles e infalibles de educación, y han luchado para imponer la instrucción bíblica como el primer paso para conseguir que un niño inquieto y lleno de espíritu piense en cosas superiores.

 

La llave que abre el espíritu del movimiento es el romance del arte de la madera y de la tradición de la naturaleza.

 

Para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para escuchar, el bosque es al mismo tiempo un laboratorio, un club y un templo.

 

El hombre que es ciego a las bellezas de la Naturaleza ha perdido la mitad del placer de la vida.

 

El objetivo en el estudio de la Naturaleza es desarrollar una comprensión de Dios el Creador, e infundir un sentido de la belleza de la Naturaleza.

 

El estudio de la naturaleza trae en un todo armónico la cuestión de lo infinito, lo histórico y lo microscópico como parte de la obra del Gran Creador.

 

 

 

 

 

La primera de estas citas a Baden-Powell (B.P.), fundador de la OMMS, que encabezan las Hojas de Datos del Programa Scout Mundial para el Medioambiente (WSEP), y que a su vez encabeza el conjunto citado, coloca en el centro de la actividad scout ‒y de su pensamiento‒ el estudio de la ‘naturaleza’. Pero ¿qué es la Naturaleza para B.P.? Dejemos esta pregunta abierta por un momento para antes atender a la pregunta por el estudio, el cual ‒dice‒ no debería limitarse al ámbito formal ‒y formativo‒ de la academia, sino que debe atender a los intereses individuales de cada guía y scout de acuerdo a un llamado, esa voz que escuchamos hablar sin palabras, apelando a todos nuestros sentidos e inteligencia ‒no solamente a través de la teoría, insiste, sino a través de la práctica, de la manipulación y del contacto con la materia‒ ese llamado que es nuestra vocación y que nos llega de manera individual pero que acaba por configurar la ‘especie’ a la que pertenecemos, el tipo de árbol que somos y los frutos que daremos, y que nos conducirá ‒diferenciándonos, individualmente‒ a encontrarnos en el reino de nuestros semejantes. El estudio de la ‘naturaleza’ así visto no es exactamente el conocimiento de un ‘mundo exterior’, del mero ‘aire libre’: la materialidad y la información no están separadas […] contacto y mensaje son una misma cosa, decíamos citando a Morton más arriba.

El estudio, que de jóvenes nos lleva a descubrir nuestra vocación, y la vocación, que se convierte en el trabajo y el servicio de nuestra vida adulta, encuentran para B.P. una expresión en el ‘romance’ y la ‘tradición’, palabras que para la modernidad y el criticismo resultan chocantes. En este texto, se dice, estas experiencias estetizadas significan la llave que abre el espíritu del escultismo, una relación con el trabajo manual en la materia vinculado a la tradición, es decir, a las manifestaciones originarias de la técnica que, en este enunciado, podemos vincular directamente con el arte. El trabajo que deviene arte y conoce aquello que lo impulsa, puede devenir en un tipo de conocimiento original. Este romance, pienso, se trata de profundizar en el conocimiento de la materia y de las técnicas que nos permiten manipularla. Este romance pues, es con el oficio y la cultura, con el talento propio y el descubrimiento del arte, hacerse haciendo.

Se lee en las mismas páginas, el aire-libre es el verdadero objetivo del escultismo y la clave para su éxito. El ámbito ‘fuera’ de lo doméstico es para B.P. un espacio de observación, de experimentación, de aventura, pero también un templo. En él se ponen en juego los sentidos –para quien tiene ojos y oídos– y la máquina corporal ante las dificultades y los peligros frente a los que se mide, en este sentido es un laboratorio del contacto; el aire libre, el bosque, es también un lugar para la convivencia, la recreación, el juego y la complicidad, es un espacio para la libertad, para ser felices, en este sentido es un ‘club’, un lugar para la socialidad; finalmente es un templo, un recinto sagrado –de límites muy difusos–, el lugar que guarda la vida y sus ciclos, el campo total de la experiencia al que no se le pueden imponer condiciones –las de la racionalidad, por ejemplo– sin que, finalmente, se imponen las suyas desbaratando toda la metafísica a la que la ceguera quisiera aferrarse.

Volvamos al asunto que hemos dejado pendiente, la pregunta por la ‘Naturaleza’, consideremos la siguiente cita: El objetivo en el estudio de la Naturaleza es desarrollar una comprensión de Dios el Creador, e infundir un sentido de la belleza de la Naturaleza. Una parte de mí quiere pensar que cuando B.P. habla de Dios quiere decir algo así como lo inefable, algo que por sublime e inapresable no alcanzó a poder decir con mejores palabras. Pero decir Dios el Creador  en este enunciado equivale a decir que este ente ideal, es algo así como un padre y la naturaleza su hija, o mejor aún, un escritor y la naturaleza es su obra, y que esta ‘bella creación’ es como un Libro que ha dejado y que estudiamos para comprenderlo, porque nos ha abandonado y lo queremos conocer. Y, además, ¿por qué la ‘belleza’ habría de quedar así atrapada en esta red de asociaciones entre lo mundano y lo superior? Y me pongo a pensar que cuando B.P. tenía dos años salió a la luz El origen de las Especies y ya en vez de parecerme una expresión ingenua me parece una afrenta reaccionaria y entonces me recuerdo que estoy frente a una página financiada por Alcoa y escrita en coautoría, con una cita sacada intencionalmente de su contexto para hablar de la política medioambiental de la OMMS, casi ochenta años después de su muerte.

Antes de llegar a este enunciado el conjunto de frases me estaban pareciendo un puñado de fundamentos para una interesante religión en ciernes. Habiendo llegado a esta frase me parece estar regresando a un punto conocido, después de haber recorrido un largo espacio dentro del Conjunto de Cantor de las ideas. Y siendo este punto tan reconocible, recorro el siguiente espacio que me lleva a la próxima frase, aún más inquietante: El estudio de la naturaleza trae en un todo armónico la cuestión de lo infinito, lo histórico y lo microscópico como parte de la obra del Gran Creador. Regresa el ‘Gran Otro’ pero esta vez como un ‘todo armónico’ que agrupa inmensidades que fácilmente se le van a cualquiera de las manos: ‘lo infinito’, ‘lo histórico’, ‘lo microscópico’, ¿qué son todas estas cosas indeterminadas? ¿Infinito y microscópico son cruzados a la mitad por lo histórico? El todo abarca muchos todos de los que no se puede hablar con propiedad y entonces aparece nuevamente Dios ¿para atar y aligerarnos la carga de tener que pensar en todo esto? Y sin embargo toda esta metafísica parece tener algo de nuclear, Dios, ¿no? Pero también todas estas palabras inenarrables parecen caber bajo el techo material de dos arcos que se encuentran. El fantasma de lo sin fin, el de lo invisible, y el de la historia –trazando los puntos del destino humano– encuentran su realización, un lugar fuera de la fantasía, en la creación final de la humanidad, en la que se concentra todo deseo de velocidad y de poder: la bomba atómica.

 

III

El Movimiento Scout, en su discurso pacifista y ecologista, debería comprometerse de manera explícita no solamente con el desarme nuclear sino también oponerse al uso de energías basadas en tecnologías radioactivas. Minimizar los riesgos de sustancias peligrosas implica, en este caso, erradicarlas. Sabemos que para emplearlas se calculan los riesgos y se trabaja con los mejores estándares de calidad, al menos esta es la cara visible de la ética de la industria energética radioactiva; sin embargo también sabemos que en la práctica basta una combinación de sucesos inesperados para liberar la fuerza del átomo más allá de los límites de su uso seguro, contaminando de manera irreparable y severa el medio ambiente por cientos y miles de años. El Movimiento Scout puede representar una fuerza política enorme en la lucha pacifista y medioambientalista contra el uso de energías nucleares; levantar la voz e implementar una política de trabajo para su combate podría convertirse en una tarea para los próximos años que dé mayor congruencia y peso político a la vida del movimiento por venir.

 

 

 

El presente trabajo tuvo como objetivo inicial analizar el discurso medioambiental vigente para la OMMS; sin embargo superó la posibilidades de quien escribe quedando como estudio de caso sólo el principio de lo que se proponía esperando dejar la reflexión sobre las palabras de Baden-Powell como el antecedente para el trabajo sobre el material más actual.

 

 

 

 

Notas

 

[1] Timothy Morton, Ecology as text, text as ecology (The Oxford Literary Review 32.1, 2010), 1.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd, p. 2.

[4] Ibíd., p. 4

[5] Ibíd., p. 5.

[6] Ibíd. , p.8

[7] Ibíd., p. 9

[8] Ibíd., p. 10

[9] Timothy Clark, Towards a deconstructive environmental criticism (Oxford Literary Review, Vol. 30 Issue 1), p. 45

[10] Ibíd. , p. 46.

[11] Ibídem, p. 47.

[12] Ibídem. p. 48.

[13] Ibídem, p. 49.

[14] Ibíd., p.52

[15] Ibíd., p. 56.

[16] P. 57

[17] Baden Powell, citado en: Abson, Roadney, et. al. World Scout Enviroment Programme, Activities and Factsheets. (Ginebra: World Scout Boureau Education, Research and Development, 2009), 55-56 disponible en https://www.scout.org/sites/default/files/library_files/WSEP%20Resource%20Book%20blk_EN.pdf (consultado el lunes 10 de abril de 2017).

 

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