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Movimientos de improvisación1

 

Diego Alejandro Corrales Caro2

 

He insistido en provocar encuentros teóricos desde la perspectiva eco-crítica con los asuntos “tecnológicos” y con todo lo que ese nombre propio ha reclamado para sí y en su dominio. Las diversas perspectivas críticas sobre el concepto de tecnología advierten diferentes rutas de análisis y desarreglan o reacomodan definiciones y taxonomías sobre las que opera. El encuentro con la perspectiva eco-crítica, en términos de una crítica deconstructiva del medio-ambiente, aporta otras tantas rutas de análisis consiguiendo no solo desarreglar sino des-fundar los axiomas presentes en los modos de pensar, relacionarse, construir, circular y nombrar lo tecnológico.

 

El propósito de obligar con mi texto este encuentro es el de pensar no solo las relaciones que ya están dadas con la socio-tecnología del medio ambiente, sino también señalar dicho pensamiento desde una crítica deconstructiva que proponga problemas interesantes para las personas que administran y gestionan los modos de organización y gestión de las fuentes de energía, los medios de transporte, la producción y control de la alimentación, la salud humana, el bien-estar y con ello el sinnúmero de estructuras heredadas que alimentan una idea de protección del medio-ambiente, de ecología y responsabilidad social, de ambientalismo y desarrollo sustentable/sostenible, ahondando en la consolidación de hegemonías del saber/hacer necesario para una promesa de futuro.

Sin embargo esta corta revisión no producirá ningún instrumento, tampoco una propuesta de análisis o un enfoque. Este ensayo se abstiene de ello porque principalmente está en desacuerdo con dichas fundaciones y porque el grado de interés que pueda encontrarle el lector no estará dado por la utilidad del ejercicio como por la posible disrupción en el debate medioambiental latinoamericano en encuentro con los paradigmas tecno-científicos de los últimos dos siglos y las perspectivas críticas que se tejen a su alrededor y entre ellos.

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Siendo consecuente con la violencia crítica con que ella misma se propone, la eco-crítica así misma deconstruida, produce conceptos que no pretenden fundarse ni fundar a partir de ellos. Tomemos el concepto de lo an-eco-gráfico propuesto por Tom Cohen3. Logrando des-fundar la perspectiva eco-crítica, este concepto se elabora como elemento corrosivo para deshacer el sustrato de la referencia al oikos, para no representarse por él ni invitar a vivir en él. Propone un vaciamiento fundamental de los referentes de lugar y de los fines. Por una parte sin soberanía ni pertenencia ni cobijo del hogar, por otra sin propósito último, sin posibilidad de recuperar o llegar a fundar un lugar o un territorio.

 

Esta perspectiva conceptual en el debate medioambiental –por lo menos en el latinoamericano–, implica por una parte la remoción de los sustratos hegemónicos sobre los que se edifica la idea de progreso de los países del “tercer mundo”. Incluso en las reflexiones sobre la globalización es preciso vaciar las referencias sobre el adentro y el afuera del estado de protección, como puede advertirse en la referencia que hace Arturo Escobar a las tesis de Boaventura de Sousa Santos acerca del “postmodernismo oposicional”. Santos afirma el problema de la exclusión como resultado de la salida de unos y la dificultad de acceso de otros a los procesos de inclusión, dejando a la mayoría de los habitantes del sur global en un “estado natural”4. Sin duda, establecer estos lugares requiere preguntarse ¿inclusión en qué y para qué? Y quizás lo más relevante ahora, ¿la inclusión en dónde?

 

El binomio exclusión/inclusión configura un tropo del lugar social de seguridad y sirve para cerrar el debate frente a otras alternativas al “territorio” de protección, al hogar-Estado, mientras que coloca estos “lugares” sociales como finalidad: ingresar en las dinámicas de inclusión cuando incluso estas dinámicas pueden estar inscritas en las lógicas del mercado o de la globalización capitalista. En el drama de Sergio Bianchi, “Quanto vale ou é por quilo?”, se puede problematizar tanto la discriminación racial como los mecanismos de mercantilización de los procesos de “inclusión” capitalista. El papel de las oficinas de gobierno, ONG y otras organizaciones captadoras de recursos del “Marketing social” emplean la fachada de la acción solidaria, justa, humana y afectuosa5. Estos conceptos pertenecen al fundamento del oikos antropocéntrico y son re-territorializados por dispositivos de poder que reprimen el flujo de desterritorialización propio de una condición humana carente para actualizarla y codificarla en procedimientos de mercantilización y explotación miserable de los designados “excluidos”. De esta manera la inclusión se funda como un lugar y un estado deseable, como el derecho de todo aquel que ha sido separado, discriminado y dominado. Más problemático aún, la inclusión se fija como finalidad de la estabilización y la puesta en orden de la sociedad, del equilibrio necesario para el desarrollo humano, se fija como un concepto indiscutible.

 

El tropo de la seguridad social, del hogar seguro en el Estado, se consume en toda instancia política y se utiliza en la campaña imperial global que señala Escobar. La inclusión como concepto requiere deconstruirse desde el sin-sentido de la disrupción climática. Incluir a la humanidad en los procesos de la temporalidad climática es ponerla frente a esa “fuerza más allá de todo modelo de soberanía”6 y de cierto tipo de seguridad nominal que sostiene a un puñado de seres que vivimos de espalda a la irreversibilidad y nos aferramos a la contemplación de los actos por preservar el presente y por construirnos “conservacionistas”, “medioambientalistas”, o cualquier otro neo-comunitarismo que salte ante el caos climático y se recupere como el deber ser de la crisis contemporánea.

 

La gestión de los procesos productivos y el modo en que estos ordenan la vida de gran parte de la humanidad se funda sobre estructuras tecnológicas que podemos analizar desde el concepto anecográfico. Las fábricas, los centros de producción y la maquila mundial de la corporación globalizada se construyen como los oasis de la protección social en medio del desierto de desempleo, carencia y necesidades básicas desatendidas. Esa eco-mímesis pasa de ser retórica a identificar los principales espacios de operación de la sociedad de control. En 2003, el documental canadiense The Corporation expuso varios aspectos característicos de la conformación y operación de las corporaciones. Este material audiovisual concede algunas referencias sobre la manera en que estas formas de organización son asumidas, por ejemplo, como “un equipo deportivo, algunos defendemos […] todos tenemos un objetivo común que es triunfar como organización”, o “una unidad familiar, las personas de una organización trabajan juntas por un fin común”7. Estos descriptores de la Corporación, que aplicarían indiferentemente para la empresa o la fábrica, evidencian la territorialización en el sustrato mismo del oikos-hogar-naturaleza: el lugar de trabajo como un “segundo hogar” donde el sujeto se vincula a un “equipo”. La Corporación es un espacio físico que congrega a los sujetos cada día para que suplanten el territorio y el tiempo del hogar, está dispuesta para que allí ocurran las demás situaciones que se arrastran en el exilio: la alimentación, el entretenimiento, la socialización, etc. Se crea como una imagen especular del hogar familiar que se está reemplazando, el mismo que primero había sido territorializado por la eco-mímesis del hábitat natural. Entonces llegamos a una pregunta fundamental ¿Cómo deconstruir las estructuras tecnológicas y sus modos de organización de la actividad humana desde el sin-sentido de la disrupción climática?

 

Aparentemente la respuesta no se aloja en las perspectivas de la crítica histórica ni de la crítica sociológica de la tecnología. Pinch y Bijker, en La construcción social de hechos y artefactos, relacionan estudios acerca de la tecnología que problematizan la capacidad de análisis de los estudios sobre la innovación y la historiografía descriptiva, al tiempo que resaltan la “efectividad de focalizarse en las controversias tecnológicas” y realizar análisis empíricos desde el constructivismo social8. Langdon Winner desestima estas herramientas metodológicas al encontrarlas insuficientes para debatir el lugar de la tecnología en los “asuntos humanos” 9. Este aspecto es mejor abordado desde la sociología de la ciencia con Bruno Latour, Michel Callon y otros investigadores que proponen la teoría actor-red para el análisis de un sinnúmero de “actantes” que intervendrían en la producción de conocimiento científico y tecnológico, como un red heterogénea de actores humanos y no-humanos que puede transformarse a sí mismos en un proceso de reensamblaje colectivo10. Aún no basta. Por más complejas que se construyen las herramientas metodológicas de análisis socio-técnico crítico, persisten las búsquedas de sentido a la producción de sujetos y tecnologías y un enfoque de la realidad limitado por modelos estructurados que se ocupan de heredar su soberanía analítica en las escuelas, las universidades y los grupos de investigación. Los problemas de aplicación concreta de estos modelos revelan su dificultad deconstructiva y su falta de violencia crítica, como la que reclama Henry Sussman11:

 

El discurso necesita ser arrastrado, mirando hacia adelante en lugar de mirar hacia atrás, mirando afuera en las calles o las bases de datos del Departamento de Defensa, las fábricas recuperadas de Argentina, los bloqueos franceses y las flotillas de Gaza, el futuro endeudado que se derrama a través de la fachada de cristal del Tory HQ de Londres. Si el esfuerzo crítico sobrevive como algo más que la autojustificación ideológica del status quo debe ser capaz de imaginar un presente en el que la tan pregonada irreversibilidad del cambio climático no se equipara con su inexorabilidad.

 

Si el acontecimiento del cambio climático es que no habrá acontecimiento futuro, entonces cuál es el propósito del análisis de las relaciones socio-técnicas, de la crítica a las estructuras tecnológicas y de los modos de organización sino el de contaminarlo junto consigo mismo. Una máquina de guerra autodestructiva que calcule el momento auto-inmune para revelarse como analítica deconstructiva suicida. Para romper con las trayectorias hegemónicas de la producción, el consumo y la ingeniería que “construye” y que “educa” es oportuno partir de la in-certeza del no-retorno, de la imposibilidad de volver a un equilibrio para aniquilar cualquier pretensión teórica y abrirse paso a “un futuro monstruoso cuyas lógicas no fueron anticipadas”12. No existe una sola corporación, ni un solo proyecto tecnológico que se lance a una estrategia de planeación en la incerteza. Va contra toda lógica corporativa el no anticipar el éxito o el riesgo. Los manuales de gestión de proyectos se encargan de la contención, de la eliminación de las fuerzas contradictorias, de los impasses. Así que para deconstruir las estructuras tecnológicas será preciso cortar los flujos de posibilidad de un equilibrio, de un orden al cual volver, cortar los impulsos por recuperar y heredar el hogar para revelarnos huérfanos, abandonados y desprovistos. Deconstruirse fundamentalmente para desacostumbrar el pensamiento y superar las eco-mímesis, además inexactas, del funcionamiento de los sistemas socio-técnicos.

 

Si en lugar de ser previsible y controlable, el futuro es el acontecimiento frustrante, incómodo y pesimista, el paso más adecuado será siempre el de la improvisación. Si la deconstrucción es estrategia le corresponde a la improvisación ser táctica. Un movimiento disruptivo y violento, enérgico, que sólo podría innovar. El movimiento de improvisación sería el concepto a desarrollar en la temporalidad inhumana y desarraigada de lo anecográfico. En el tiempo de la crisis y de lo apocalíptico no podría ser más la narrativa del porvenir, incluso de uno catastrófico. En la imprevisibilidad no hay una subjetividad por construir ni por heredar y por cuenta de ello el momento autoinmune habrá sido violentado por un movimiento de improvisación antes de siquiera existir.

 

Si nos fijamos en la inutilidad de cualquier otro movimiento diferente al de la improvisación no es para justificar este último sino para hallar las innovaciones de la deconstrucción en el debate contemporáneo sobre el medio ambiente. Aquí hemos improvisado con desarticulaciones entre la crítica medioambiental y lo tecnológico, presionando aspectos problemáticos, tanto en la participación de las estructuras tecnológicas existentes y disponibles, los paradigmas tecno-científicos de la gestión de la energía, el transporte, la alimentación y el gobierno, como en la actividad crítica de las ciencias sociales que procuran comprender los modos de emergencia y de circulación de lo tecnológico.

 

Esto no quiere decir que la improvisación como movimiento, como táctica de la deconstrucción, si así podemos proponerlo, sea más útil para algo. La inutilidad se ubica en el sin-sentido de la disrupción climática que disloca cualquier modo de habitar el planeta que nos arroja fuera de él. Las fuerzas contradictorias de la deconstrucción no son menos contradictorias que las de la experiencia de vida en el planeta, así que el callejón sin salida que nos descubre inmóviles, paralizados, suspendidos, es el espacio para inventar movimientos en las ciencias, en las ideologías, en la política, en el diseño, en la gestión, en el exilio del mundo fundado para ser impropios. A esto es a lo que intento huir ahora mismo, a fundarlo con el nombre.

 

 

 

1 Documento presentado como ensayo final del curso Naturaleza, deconstrucción y traducción: hacia un ecologismo crítico en castellano, Docente: Gabriela Méndez Cota, Maestría en Teoría Crítica. 17, Instituto de Estudios Críticos.

 

 

2 Estudiante de la Maestría en estudios críticos del mismo Instituto.

 

 

3 Henry Sussman y Tom Cohen, Impasses of the Post-Global. Theory in the Era of Climate Change. Vol. 2, Ann Arbor, Open Humanities Press, 2012, p. 32.

 

 

4 Arturo Escobar, El “postdesarrollo” como concepto y práctica social, En Daniel Mato (coord.), Políticas de economía, ambiente y sociedad en tiempos de globalización. Caracas: Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, pp. 17-31.

 

 

5 Sergio Bianchi, “Quanto vale ou é por quilo?”, Documental, 2005.

 

 

6 Henry Sussman y Tom Cohen, op. cit., p. 39.

 

 

7 Jennifer Abbott y otros, The Corporation, documental, 2003.

 

 

8 Trevor J. Pinch y Wiebe E. Bijker, La construcción social de hechos y de artefactos: o acerca de cómo la sociología de la ciencia y la sociología de la tecnología pueden beneficiarse mutuamente, en Hernán Thomas y Alfonso Buch (Coord.), Actos, actores y artefactos. Sociología de la tecnología, 2008, p. 19-62

 

 

9 Langdon Winner, Upon Opening the Black Box and Finding It Empty: Social Constructivism and the Philosophy of technology, Science, Technology and Human Values, Vol. 18, No. 3 (Summer, 1993), p. 362-378.

 

 

10 Bruno Latour, Conclusion: de la sociedad a lo colectivo ¿Es posible reensamblar lo social?, Reensamblar lo social, Manantial, 2008, p. 344.

 

 

11 Henry Sussman y Jason Groves, Impasses of the Post-Global. Theory in the Era of Climate Change. Vol. 2, Ann Arbor, Open Humanities Press, 2012, p. 15.

 

 

12 Henry Sussman y Tom Cohen, op. cit., p. 45.